Juan 1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad.
No se sabe con
precisión cuándo fue ese día, cuando
sucedió ese acontecimiento maravilloso no solo para la humanidad sino también
un día de júbilo para los ángeles y las huestes celestiales.
Porque las buenas
noticias no solamente producen el júbilo, regocijo y felicidad para el que las
recibe, sino también para el que las trae, el que las comunica; y todo es para
gloria y alabanza de Dios.
Isaias 52:7 ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies
del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del
bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!
En aquel distrito había pastores que pasaban
toda la noche cuidando de sus rebaños por los campos de alrededor. De pronto se
les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor.
Los pastores sintieron un temor muy grande; pero el ángel les dijo:
-¡No tengáis miedo! Os traigo una noticia tan
buena que os llenará de alegría a vosotros y a todo el mundo: que hoy mismo os
ha nacido en el pueblo de David un Salvador que es el Mesías, el Señor. Y le
reconoceréis por lo siguiente: encontraréis al bebé en pañales y acostadito en
un pesebre.
De pronto apareció acompañando al ángel una
gran compañía del ejército celestial, cantando alabanzas a Dios:
-¡Gloria a Dios en
las alturas del Cielo,
y paz en la Tierra
a la humanidad
sobre la que
desciende el favor de Dios!
Cuando los ángeles se volvieron al Cielo y
desaparecieron, se dijeron los pastores:
-¡Vamos a Belén a ver lo que Dios nos ha
dicho que ha pasado!
Y dicho y hecho,
fueron a toda prisa a Belén, y encontraron a María, a José y al bebé acostadito
en el pesebre; y tan pronto como le vieron se pusieron a contarle a todos los
que estaban por allí lo que los ángeles les habían dicho del bebé, y todos los
escuchaban entusiasmados.
Leemos sobre este
tema un comentario de William Barclay:
<<<Es maravilloso que los primeros a los que Dios comunicó la buena
noticia fueron unos sencillos pastores. Los más religiosos de aquellos tiempos
despreciaban a los pastores porque no podían cumplir todos los detalles de la
ley ceremonial; no se podían lavar las manos meticulosamente, ni observar todos
los otros preceptos y reglas. Tenían que atender a las necesidades de los
rebaños, así es que los religiosos los despreciaban. Fueron hombres sencillos
que estaban trabajando en el campo los primeros que recibieron el mensaje de
Dios.
Es hermoso pensar que los
pastores que cuidaban de los corderos que se sacrificaban en el templo fueron
los primeros en ver al Cordero de Dios que había venido a llevar los pecados
del mundo.
Cuando nacía un niño se
reunían los músicos del pueblo para celebrarlo y darle la bienvenida con su
sencilla música.
Jesús nació en un establo
de Belén, que no era donde residían sus padres, así es que no se pudo llevar a
cabo la fiesta; pero es hermoso pensar que, aunque no había músicos del pueblo, los músicos del Cielo ocuparon su lugar,
y los ángeles le cantaron a Jesús la bienvenida que no pudieron cantarle los
hombres.
En estas lecturas nos hemos
venido dando cuenta de la ruda sencillez que rodeó al nacimiento del Hijo de
Dios. Tal vez habríamos esperado que, si era necesario que naciera en la
Tierra, nacería en un palacio o en una mansión señorial.
Es una verdad preciosa del
Evangelio, que tenernos un Dios que sabe cómo vivimos, porque ha asumido nuestra vida sin reservarse
ningún privilegio. >>>
Es cierto: nadie puede afirmar con exactitud el día en que Jesús comenzó
a habitar entre nosotros, pero hace más de 2000 años que vive y reina en los
corazones de todos los que han creído y creemos en Él y le hemos hecho Rey y
Señor de nuestras vidas “y su reinado no tendrá fin”.
Por esto, todos los que le pertenecemos, los que somos Su Iglesia, hemos
elegido un día, nos hemos puesto de acuerdo en que, determinado día de cada año,
todos juntos conmemoramos, celebramos, y festejamos con gran gozo el día en que
el Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Qué importa si, como muchos dicen, el 25 de diciembre los romanos
celebraban la “Saturnalia” o las fiestas de “Mitra” que eran fiestas paganas. O
que La Biblia no manda celebrar el nacimiento de nuestro Salvador. Pero si no
está expresamente prohibido: ¿por qué no celebrarlo?
Los verdaderos cristianos festejamos el 25 de diciembre con todo el
mundo, pero no como todo el mundo.
La Navidad, el verdadero cristiano, la festeja con su corazón, en el Espíritu. El mundo la festeja con el estómago, en la carne.
Yo no voy a cometer la hipocresía de decir que no debemos reunirnos en
familia alrededor de una modesta mesa, pero
hagámoslo en el Nombre del Señor y brindemos con una sobria copa de sidra.
¿Pero: por qué brindaremos y por quien brindaremos? Recordemos: Romanos
14:6 El que hace caso del día, lo
hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El
que come, para el Señor come, porque da
gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
Teniendo muy en cuenta esto, propongo que en este 25 de Diciembre
brindemos: por la salvación de nuestras
almas y por nuestro único Salvador y Señor: Jesucristo. A Él sea toda la honra,
la gloria y la alabanza, por siempre Amén.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD HERMANOS!!!
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