EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



viernes, 29 de marzo de 2013

DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?


Por El Contendor

 

Han pasado aproximadamente 1980 años desde que nuestro Señor Jesucristo clamó a gan voz desde la cruz aquella estremecedora frase.

Mat 27:45  Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

Mat 27:46  Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ELÍ, ELÍ, ¿LAMA SABACTANI? ESTO ES: DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

Desde entonces, millones de sinceros cristianos nos hemos preguntado: ¿qué tremendo dolor, qué tremenda angustia, llevó a nuestro Salvador a clamar a Dios con estas palabras?

Sólo quedaban cerca de la cruz unas pocas mujeres y su discípulo Juan:

Jua 19:25  Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.

Salvo estos pocos, todos los demás lo habían abandonado. Pero esto no fue lo más doloroso y tremendo de su agonía. Desde la eternidad, jamás se había interrumpido la comunión entre el Padre y el Hijo:

Juan 14:11  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Pero en el momento en que Jesús en la cruz carga con los pecados de toda la humanidad Él, que vivió una vida perfecta sin pecado alguno, apareció a los ojos de Dios como un pecador, a pesar que Él era inocente de cualquier pecado:

2Co 5:21  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Tengamos bien presente que Dios es tres veces Santo.

La santidad de Dios es lo que lo separa a Él de todos los demás seres, lo que hace que Él esté separado y sea distinto de todo lo demás.

Dios permanece siempre separado del pecado y de todo aquello que se identifica con el pecado.

Por este motivo, cuando Cristo “se hizo pecado”, Dios tuvo que apartar su mirada  de Él, darle la espalda.

El Padre nunca dejó de amar a su Hijo. Su amor se extiende hasta la eternidad pasada: 

Juan 17:24  Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

Aún en la cruz, cargado con los pecados del mundo, Dios siguió amando a su Hijo como lo amará por toda la eternidad pero, en ese momento, cuando nuestro Redentor estaba pagando el precio de nuestros pecados con su sacrificio vicario, estaba puesto en el lugar del pecador y debía cumplir la sentencia de muerte, tal como los ladrones ajusticiados a ambos lados de su cruz. No podía haber misericordia para Él, no podía recibir la asistencia ni el confortamiento de los ángeles como ocurrió en Getsemaní (Lucas 22:43). La Ira de Dios debía descargarse sobre su bendito Hijo ¡para que nosotros pudiésemos  ser salvos de ese tremendo castigo!.

¿Qué padre puede presenciar el cruel padecimiento y la agonía de un hijo? Así Dios apartó la vista de la cruz para que pudiera cumplirse lo que de Él profetizó Isaías.

 

   Isa 53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?

   Isa 53:2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.

   Isa 53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

Isa 53:4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Isa 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Isa 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isa 53:7  Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Isa 53:8  Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

Isa 53:9  Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

Isa 53:10  Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.

Isa 53:11  Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.

Isa 53:12  Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

 El horrible dolor físico no puede compararse con el aún más tremendo dolor de su alma al sentir que Su Padre, para que se cumpliera el plan de salvación, no podía socorrerlo ni consolarlo; desde ese profundo abismo de su depresión surgió aquél clamor agónico Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Era costumbre en los judíos que el recitar las primeras estrofas de un salmo equivalía a expresar todo el salmo entero.

Ese grito de agonía, lanzado con las últimas fuerzas de su aliento era a la vez, (como lo titula la traducción R.V de 1960) “un grito de angustia y un canto de alabanza”.

 El Rey David, en medio de una situación de extremada angustia, escribió este Salmo profético, siendo guiado por el Espíritu Santo prefigurando los sufrimientos  y el desamparo infinitamente mayores que Nuestro Señor debía padecer 1000 años después en el futuro cuando, clavado en la cruz, llevó hasta la consumación su sacrificio expiatorio para satisfacer la Justicia Divina quitando los pecados del mundo.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

 ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

Sal 22:2  Dios mío, clamo de día, y no respondes;

 Y de noche, y no hay para mí reposo.

 

El Salmista nos dice que la víctima que gime a Dios cree todavía en Dios. Hay también un conocimiento de la fidelidad de Dios:

Sal 22:3  Pero tú eres santo,

 Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.

Sal 22:4  En ti esperaron nuestros padres;

 Esperaron, y tú los libraste.

Sal 22:5  Clamaron a ti, y fueron librados;

 Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.

 

Su dolor es sufrimiento sobrehumano. El experimenta la impotencia y la fragilidad total.

Sal 22:6  Mas yo soy gusano, y no hombre;

 Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.

Sal 22:7  Todos los que me ven me escarnecen;

 Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:

Sal 22:8  Se encomendó a Jehová; líbrele él;

 Sálvele, puesto que en él se complacía.

Sal 22:9  Pero tú eres el que me sacó del vientre;

 El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.

Sal 22:10  Sobre ti fui echado desde antes de nacer;

 Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.

Sal 22:11  No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;

 Porque no hay quien ayude.

 

La metáfora de los toros, los perros y la cuadrilla de malignos es una clara alusión a los soldados que le crucificaron mientras se burlaban de Él y repartían Sus vestiduras, y también alude a una buena parte del pueblo  que unos días antes lo había recibido como Rey al entrar a Jerusalén.

Sal 22:12  Me han rodeado muchos toros;

 Fuertes toros de Basán me han cercado.

Sal 22:13  Abrieron sobre mí su boca

 Como león rapaz y rugiente.

Sal 22:14  He sido derramado como aguas,

 Y todos mis huesos se descoyuntaron;

 Mi corazón fue como cera,

 Derritiéndose en medio de mis entrañas.

Sal 22:15  Como un tiesto se secó mi vigor,

 Y mi lengua se pegó a mi paladar,

 Y me has puesto en el polvo de la muerte.

Sal 22:16  Porque perros me han rodeado;

 Me ha cercado cuadrilla de malignos;

 Horadaron mis manos y mis pies.

Sal 22:17  Contar puedo todos mis huesos;

 Entre tanto, ellos me miran y me observan.

Sal 22:18  Repartieron entre sí mis vestidos,

 Y sobre mi ropa echaron suertes.

 

La hora de la muerte está próxima.  A pesar del tremendo sufrimiento de su alma y de su cuerpo, vuelve a reclamar el socorro de Dios y a poner en Él toda su confianza. Presiente que el dolor está llegando a su fin y que la victoria sobre el pecado y sobre Satanás será concretada al exclamar “CONSUMADO ES”

Sal 22:19  Mas tú, Jehová, no te alejes;

 Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.

Sal 22:20  Libra de la espada mi alma,

 Del poder del perro mi vida.

Sal 22:21  Sálvame de la boca del león,

 Y líbrame de los cuernos de los búfalos.

 

Pero, se hace la pregunta: En el caso de Cristo, ¿recibió la respuesta? La respuesta se encuentra en la resurrección de Cristo, y lo demás de este Salmo habla de la victoria que incluye la victoria del Mesías.

Sal 22:22  Anunciaré tu nombre a mis hermanos;

 En medio de la congregación te alabaré.

Sal 22:23  Los que teméis a Jehová, alabadle;

 Glorificadle, descendencia toda de Jacob,

 Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.

Sal 22:24  Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,

 Ni de él escondió su rostro;

 Sino que cuando clamó a él, le oyó.

Sal 22:25  De ti será mi alabanza en la gran congregación;

 Mis votos pagaré delante de los que le temen.

Sal 22:26  Comerán los humildes, y serán saciados;

 Alabarán a Jehová los que le buscan;

 Vivirá vuestro corazón para siempre.

Sal 22:27  Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,

 Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.

Sal 22:28  Porque de Jehová es el reino,

 Y él regirá las naciones.

Sal 22:29  Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;

 Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,

 Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.

Sal 22:30  La posteridad le servirá;

 Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.

Sal 22:31  Vendrán, y anunciarán su justicia;

 A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

 Para cerrar estas meditaciones acerca de los sufrimientos del Señor  en la cruz, transcribiré una parte del sermón que el eminente predicador  CHARLES H. SPURGEON escribió sobre este tema:

 "Hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena": este clamor provino de aquellas tinieblas. No esperen percibir como si cada una de estas palabras descendiera de lo alto, cual rayo procedente del Sol de Justicia desprovisto de nubes. Hay luz en ellas, luz brillante, deslumbrante; pero también hay un centro de impenetrable oscuridad, donde el alma se encuentra a punto de desfallecer debido a las terribles tinieblas.

Nuestro Señor se encontraba en ese momento en la parte más oscura de Su camino. Él había pisado ya el lagar durante horas, y la obra estaba casi consumada. Había alcanzado el punto culminante de Su angustia. Este es Su doloroso lamento procedente de lo más profundo del abismo de la miseria: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Yo no creo que los registros del tiempo, y ni siquiera los de la eternidad, contengan una frase más llena de angustia. Aquí fueron eclipsados el ajenjo y la hiel, y cualquier otro tipo de componentes amargos. Aquí pueden mirar ustedes como si contemplaran un profundo abismo; y aunque fuercen sus ojos y miren hasta que la vista se canse, no pueden percibir el fondo; es inmedible, insondable, inconcebible. Esta angustia del Salvador por ustedes y por mí, no se puede medir ni pesar, como tampoco el pecado que la motivó, o el amor que la soportó. Estemos listos a adorar eso que no podemos comprender.

He elegido este tema para que ayude a los hijos de Dios a entender un poco lo relativo a sus obligaciones infinitas hacia su Dios Redentor. Medirán la altura de Su amor, si es que puede medirse jamás, mediante la profundidad de Su dolor, si es que puede conocerse jamás. ¡Vean con qué precio nos ha redimido de la maldición de la ley! Y al ver todo esto, díganse a ustedes mismos: ¡qué clase de personas debemos ser! ¡Qué clase de amor debemos entregar a Quien soportó el máximo castigo para que nosotros pudiéramos ser liberados de la ira venidera! No pretendo que puedo sumergirme en estas profundidades: sólo voy a aventurarme hasta la orilla del precipicio, y voy a pedirles que miren hacia abajo, y que oren al Espíritu de Dios para que puedan concentrar su mente en esta lamentación de nuestro Señor agonizante, conforme se eleva en medio de las densas tinieblas: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"


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...................... ustedes y yo, que somos creyentes en el Señor Jesucristo, y descansamos únicamente en Él para salvación, apoyémonos con fuerza, pongamos todo nuestro peso en nuestro Señor. Él soportará el peso completo de todo nuestro pecado y cuidado. En cuanto a mi pecado, ya no oigo más sus duras acusaciones cuando oigo clamar a Jesús: "¿Por qué me has desamparado?" Yo sé que merezco el infierno más profundo a manos de la venganza de Dios; pero no tengo ningún temor. Él no me va desamparar nunca, pues Él desamparó a Su Hijo por mi causa. No sufriré por mi pecado, pues Jesús ha sufrido plenamente en mi lugar; sí, sufrió hasta clamar: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

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¡Oh, que hubiera un abismo tan profundo como la miseria de Cristo, para que yo pudiera arrojar de inmediato el puñal del pecado a sus profundidades, de donde no pudiera salir nunca otra vez a la luz! ¡Fuera, pecado! ¡Tú has sido expulsado del corazón en el que reina Jesús! Fuera, pues tú has crucificado a mi Señor, y lo hiciste clamar: "¿por qué me has desamparado?"

Oh, lectores de este mensaje, si ustedes se conocieran en verdad, y conocieran el amor de Cristo, cada uno de ustedes haría votos de no albergar al pecado nunca más. Estarían indignados por el pecado, y clamarían:

"El ídolo más preciado que he conocido,
Cualquier cosa que ese ídolo pueda ser,
Señor, yo lo voy a derribar del trono,
Y voy a adorarte únicamente a Ti."

Que ese sea el resultado de mi sermón de hoy, y entonces estaré muy contento. ¡Que el Señor los bendiga! ¡Que el Cristo que sufrió por ustedes, los bendiga y que de Sus tinieblas pueda surgir la luz para ustedes! Amén.


Charles H. Spurgeon

sábado, 23 de marzo de 2013

LA ENTRADA TRIUNFAL A JERUSALÉN


Por  El Contendor

La iglesia romana, se apresta para celebrar en esta época del año el llamado “domingo de ramos”. Seguramente luego del reciente “habemus Papam”,  aprovecharán la ocasión para festejar con todo el boato la primer misa de domingo de ramos celebrada por el flamante papa.

Al finalizar la misa los feligreses levantarán sus ramitos de olivo para que el papa los “bendiga” rociándolos con “agua bendita” que derramará hacia los cuatro puntos cardinales.

Luego cada uno se irá para su casa para poner el ramito de olivo “bendito” detrás del crucifijo que tienen en la pared sobre la cabecera de la cama. Y esta ceremonia se repetía todos los años para esa misma celebración, pues era un ritual renovar los ramitos de olivo cada año pues se  debía “refrescar “  la “bendición” para que ésta no perdiera efectividad.

Así me enseñaron mis abuelos en mis tiernos años de católico cuando La Biblia era para mí, un libro que sólo podían leer los curas y, a cuenta-gotas , se podía escuchar algún capítulo del evangelio que leía el sacerdote desde un púlpito.

Y yo regresaba a mi casa tan ignorante como había llegado a la misa.

Ahora que soy un ex católico convertido en un ferviente creyente en Cristo mi Señor, hace varias decenas de años que dejé el misal a un lado y con la Biblia delante de mis ojos,  con la guía del Espíritu Santo, y con las puertas de mi corazón abiertas, recibo la bendita Palabra de Dios, el alimento para crecer en el Espíritu; alimento que me fue negado por la iglesia Católica cuando yo era “papista”.

A Dios gracias hace ya tiempo que vengo caminando de la mano del Señor y quisiera compartir el gozo de mi salvación con tantos católicos que son llevados como ovejas ciegas por un “pastor” que viste vestiduras ornadas con hilos dorados y se sienta en un trono para ser reverenciado.

Si ellos quisieran seguir al Cristo Verdadero (no a una imagen que sacan de paseo),  deberían salir de la iglesia romana (como yo lo hice), antes de que sea demasiado tarde.

Sólo así podrán comprender el significado del “domingo de ramos” o mejor dicho, para nosotros los evangélicos, la entrada triunfal  del Señor a Jerusalén.

Para los católicos que quizás puedan leer esta página y para todo el que tenga interés, les transcribo esta excelente interpretación de aquél acontecimiento con el comentario de WILLIAM BARCLAY del texto del evangelio de Mateo.

 

 La entrada triunfal en Jerusalén

 

Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,

Mat 21:2  diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.

Mat 21:3  Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.

Mat 21:4  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

 
 
   Mat 21:5  Decid a la hija de Sion:

   He aquí, tu Rey viene a ti,

   Manso, y sentado sobre una asna,

   Sobre un pollino, hijo de animal de carga

   Mat 21:6  Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;

    Mat 21:7  y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.

    Mat 21:8  Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.

Mat 21:9  Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna(B) al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!(C) ¡Hosanna en las alturas!

Mat 21:10  Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?

Mat 21:11  Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

 

Purificación del templo

(Mr. 11.15-19; Lc. 19.45-48; Jn. 2.13-22)

 

Mat 21:12  Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;

Mat 21:13  y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada;(D) mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.(E)

 
   Mat 21:14  Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.

   Mat 21:15  Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,

Mat 21:16  y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:

 De la boca de los niños y de los que maman

 Perfeccionaste la alabanza?(F)

Mat 21:17  Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.

 

COMENTARIO DE W.BARCLAY:

Observemos a Jesús en el centro de la escena. Nos muestra tres cosas acerca de Él.

(i) Nos muestra Su coraje. Jesús sabía perfectamente bien que estaba entrando en una ciudad hostil. Por muy entusiasmada que se mostrara la multitud, las autoridades Le odiaban y habían jurado eliminarle; y eran ellas las que tenían la última palabra. En tales circunstancias, cualquiera habría considerado que el valor era compatible con la prudencia; y, si Jesús tenía que ir a Jerusalén, bien hubiera podido entrar a cubierto de la noche, y dirigirse a Su refugio por las calles traseras. Pero Jesús entró en Jerusalén de una manera que Le colocaba en el centro del escenario, y atraía todas las miradas. En Sus últimos días hubo en todas Sus acciones un desafío magnífico y sublime; y aquí empieza el último acto al arrojar el guante y desafiar a las autoridades para que llegaran con Él a lo peor de sus planes.

(ii) Nos muestra Sus credenciales. Jesús se presentó con toda claridad como el Mesías de Dios, como el Ungido de Dios. También probablemente mostró Sus credenciales como el Purificador del templo. Si Jesús Se hubiera conformado con proclamarse profeta, lo más seguro es que no Le habrían quitado la vida. Pero Él no podía darse por satisfecho con nada menos que el lugar que Le correspondía. Con Jesús es todo o nada. Hemos de reconocerle como Rey, o no recibirle de ninguna manera.

(iii) Igualmente nos muestra Su invitación. No era sentarse en un trono lo que pretendía, sino ser Rey de los corazones. Vino humildemente y cabalgando sobre un asnillo. Debemos tener cuidado de entender el verdadero sentido de ese gesto. En Occidente, el burro es una acémila despreciable; pero en Oriente el asno se consideraba un animal noble. Era corriente que un rey entrara en una ciudad cabalgando sobre un asno; pero en ese caso era señal de que venía en son de paz. El caballo era la montura para la guerra; el asno era la montura para la paz. Así que cuando Jesús Se presentó como Rey, Se presentó como Rey de Paz. Mostró que había venido, no para destruir, sino para amar; no para condenar, sino para salvar; no por la fuerza de las armas, sino por la del amor.
Así pues, a la misma vez, vemos el coraje de Cristo, las credenciales de Cristo, la invitación de Cristo. Era Su última invitación a que Le abrieran, no las puertas de sus palacios, sino las de sus corazones.

viernes, 8 de marzo de 2013

POR FE, Y NO POR VISTA.

Por El Contendor
 
2Cor.5: 7 "por fe andamos, no por vista".
 
Jesucristo, según el testimonio de los Evangelios, hizo muchas señales (milagros), algunos de los cuales han quedado registrados en estas Sagradas Escrituras. También a los apóstoles del  Señor les fueron concedidos estos dones.

Pero las señales y milagros no eran un fin en sí mismo, sino que eran una demostración a los incrédulos del poder de Dios con la finalidad de que éstos creyeran el evangelio de la salvación que se les predicaba, y creyeran que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.

 

Juan 20:30  Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

Juan 20:31  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

En la época del Señor y de los apóstoles, aún no se había escrito el Nuevo Testamento. Jesús caminaba junto al Mar de Galilea y elegía a los discípulos que luego llegaron a ser sus 12 apóstoles.

Al llegar a Capernaum, Jesús entró en la sinagoga y allí enseñaba su doctrina despertando la admiración de quienes lo oían. Había entre la gente un hombre poseído por un espíritu inmundo al que reprendió Jesús y le echó fuera.

Marcos 1:28  Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

Entre aquella gente que seguía a Jesús y se le acercaban, muchos no lo hacían por escuchar el mensaje de salvación que Él predicaba sino que lo hacían por las cosas que veían: curación de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, leprosos, y también muertos que eran resucitados por Su poder.

También los Apóstoles eran seguidos por las señales que hacían.

Leemos en Hchos 9:40  “Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.

Hch 9:41  Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.

Hch 9:42  Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.”

 

El mismo Jesús pone en evidencia la falta de fe de aquella gente cuando leemos en Juan 4:48  Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.

A sus mismos apóstoles tuvo que reprocharles varias veces por su falta de fe cuando, por ejemplo ellos estaban en una barca en medio de las tempestad y Jesús durmiendo, tuvieron miedo: Mateo 8:26  Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.  

Cuando Pedro comenzó a caminar sobre las aguas para ir al encuentro del Señor ocurrió que: Mat 14:30 Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: --¡Señor, sálvame!

Mat 14:31 En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: --¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

 También el apóstol Tomás, cuando los otros apóstoles le relataron el encuentro con Jesús resucitado mostró su falta de fe:

Juan 20:25  “Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.”

Pero pronto tuvo que avergonzarse cuando, al encontrarse con el Señor frente a frente, Jesús le dijo:

Juan 20:27  Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Juan 20:28  Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

Juan 20:29  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Las señales y milagros que acompañaban las predicaciones de Jesús y los apóstoles fueron dadas como testimonio de que Dios, por la palabra de ellos, anunciaba las buenas nuevas de la salvación.

Heb 2:3  ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,

Heb 2:4  testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

En Mateo 12:38 los escribas y fariseos le piden a Jesús: “Maestro, deseamos ver de ti señal”.

Mateo 12:39  El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás,

(refiriéndose a su muerte y resurrección).

Los fariseos y escribas ya habían visto muchos milagros que había hecho Jesús. Ellos no eran sinceros, pues no deseaban ver una señal para poder creerle, sino para tentarle ( probarle) y atraparle en alguna falta.

Como podemos apreciar, la incredulidad y desconfianza eran, son y serán peculiaridades del alma humana no regenerada.

Es fácil creer en algo cuando se ve;  pero aun viendo (como en el caso de los fariseos) por la dureza del corazón, muchos rechazan creer aunque estén viendo.

Pero el verdadero creyente, en quien mora el Espíritu Santo, no necesita andar por vista para creer. Aquí reside la gran diferencia: completada la escritura del Nuevo testamento tenemos el canon completo de las Sagradas Escrituras: La Biblia que es la palabra de Dios escrita por aquéllos hombres inspirados y guiados por el Espíritu Santo para que nosotros tengamos acceso a todo lo que Dios quiso revelarnos.

Ya no necesitamos ver para creer, no necesitamos ver milagros ni señales pues allí, en la Biblia, los tenemos relatados. La Biblia misma prueba su verdad e infalibilidad:

2Pedro 1:19  Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;

2Pedro 1:20  entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,

2Pedro 1:21  porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

 

La enorme cantidad de profecías que hay en la Biblia  se han cumplido  salvo aquellas que aún restan por cumplirse y que se cumplirán luego del arrebatamiento de la Iglesia. ¿Qué mejor prueba que ésa?: la infalibilidad, no hay errores en la Biblia, si algunos buscan aparentes contradicciones es porque no están siendo guiados por el Espíritu de Verdad; son como los fariseos que no querían creer.

Es triste recibir el reproche “hombre de poca fe”, es motivo para que nos avergoncemos de nosotros mismos; sabemos que:

Heb 11:6  Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

La única forma de acercarse a Dios es buscarlo y conocerlo: y la única forma de conocerlo es leyendo y escudriñando su Palabra, con la certeza de nuestro corazón que lo que está escrito es La Verdad, todo lo que Él se complació en revelarnos, lo que nuestra mente humana puede abarcar en su conocimiento y que, cuando estemos con Él, Cristo mismo nos revelará y nos mostrará las maravillas que ahora no vemos ni entendemos.

1Corintios 13:12  Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

En el comentario que hace William Barclay sobre este versículo leemos:

En esta vida, Pablo advierte que no vemos más que reflejos de Dios que nos dejan sumidos en misterios y enigmas. Vemos ese reflejo de Dios en la creación, porque lo que han hecho las manos de alguien nos revela algo del artífice; lo vemos en el Evangelio, y lo vemos en Jesucristo. Aunque en Cristo tenemos la perfecta Revelación, nuestras mentes inquisitivas sólo la pueden captar en parte, porque lo finito no puede abarcar lo infinito. Nuestro conocimiento es todavía como el de un niño; pero el camino del amor nos conducirá al fin a un día en que el velo se descorrerá, y veremos cara a cara y conoceremos como Dios nos conoce. No podremos alcanzar ese día sin el amor, porque Dios es amor y sólo el que le ama Le podrá ver.”

Cuando abandonemos este mundo, ya sea por la muerte del cuerpo o por el arrebatamiento de la iglesia, cuando veamos al Señor “cara a cara”. Ya no necesitaremos andar por fe; allí  andaremos por vista.

Ahora nosotros andamos por fe y somos llamados BIENAVENTURADOS  por Jesús mismo: Juan 20:29 ……… bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

No nos hagamos partícipes de la “generación mala y adultera que demanda señal”. Ya las iglesias están llenas de esas personas que buscan a Dios por vista esperando ver señales y milagros. Sus cultos son espectáculos circenses donde, bamboleando el cuerpo y con los brazos en alto esperan que caiga el espíritu sobre ellos que los voltee sobre el piso o los haga reír o proferir lenguas extrañas que ni ellos ni los otros entienden, todo en medio del caos y la confusión.

Todo eso no proviene del Espíritu Santo. Esa gente ha buscado a Dios por el camino equivocado. Se han apartado de Cristo pues no lo han buscado en La Palabra, han buscado evidencias visibles, tangibles. No han tenido Fe

Hebreos 11:1  Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Pero los cristianos que hemos nacido de nuevo, con Cristo hemos resucitado y no necesitamos ver ni pedir milagros, esta es una práctica de los que están en el mundo y con el mundo.

Colosenses 3:1  Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Colosenses 3:2  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.