EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



sábado, 15 de junio de 2013

UN SEGURO CONTRA TODO RIESGO


Por El Contendor

 

Cuando algún “afortunado” posee cualquier tipo de  bienes materiales, por ejemplo vehículos, mercaderías, cosechas, casas, joyas, etc. que corren cierto riesgo de pérdida debido a acontecimientos fortuitos, el propietario de tales bienes recurre a contratar un seguro en una compañía acreditada y solvente a los efectos de que ésta pueda resarcirlo en el caso de pérdida o destrucción de alguno de los bienes asegurados.

A nadie que sea propietario, aunque más no sea, de una modesta bicicleta, dejará de preocuparle la posibilidad de que en algún momento sea despojado de tal bien; y si fuera víctima de un robo, procurará recuperarlo o bien adquirir un reemplazo.

Para eso están las compañías de seguros.

Si usted pierde alguno de los bienes asegurados, la compañía le garantiza que en un cierto tiempo usted volverá a disfrutar de lo perdido mediante el resarcimiento que le otorgará la compañía aseguradora.

Esta breve introducción al mundo del seguro, me permitirá hacer una analogía de situaciones aplicadas a las cosas materiales respecto de las espirituales.

 A los creyentes nos fue dicho en

Colosenses 3:1- 4  Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

Col 3:2  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

 

Y el mismo Señor Jesucristo motiva la reflexión de sus discípulos con dos preguntas inquietantes:

Mat 16:26  Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

 

 

De estas dos citas de los Evangelios: Colosenses 3 y Mateo 16, se desprenden dos conclusiones obvias:  a) Las cosas terrenales o del mundo tienen una entidad o importancia inferior a las cosas espirituales o celestiales.

b) El alma es el bien de mayor valor que posee el ser humano pues trasciende los límites físicos de la existencia terrenal para extenderse más allá de lo temporal hacia lo eterno.

Los últimos  versículos de la parábola del rico necio, nos muestra a un hombre exitoso en sus negocios que, apegado a los bienes de este mundo, no supo hacer que su alma fuera rica para con Dios.

 

Luc 12:19  y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.

Luc 12:20  Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?

Luc 12:21  Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

 

Mateo 6:19-21 agrega, “no os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

 

Como hemos visto, no existe compañía de seguros que nos garantice poder disfrutar de los bienes que hemos asegurado durante la cantidad de años que nosotros elijamos disfrutarlos, (Lucas 12:19) porque el límite de tiempo no lo fijamos nosotros sino que lo fija Dios.(Lucas 12:20). Además, de lo que hemos hecho con “nuestro “ tesoro se nos pedirá la rendición de cuentas de cómo lo empleamos.

Más aún, para los creyentes se examinará cuánto del tesoro que Dios nos asignó se ha utilizado para realizar las buenas obras:” Efesios 2:10  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

 

Cuando nos despojamos de los éxitos, la fortuna y los placeres mundanos, aún nos queda el bien más importante que tenemos para resguardar: EL ALMA.

El alma, mientras no la perdamos, será la que nos permitirá disfrutar de los tesoros y maravillas celestiales que Dios tiene preparados para sus hijos.

Vale aclarar que cuando digo “mientras no la perdamos” me refiero a la generalidad de las personas, pues para  todo creyente, desde el mismo instante del nuevo nacimiento (Juan 3:1-7) es imposible perder la vida eterna de  su alma ya que se encuentra asegurada, resguardada protegida “Col 3:3  Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”

Cristo es el único seguro para nuestras almas, Él es nuestra garantía total y absoluta de que cuando hayamos perdido todos los bienes materiales (Job 1:21), aún en circunstancias de la inminencia de la muerte, tenemos la certeza de que estamos protegidos contra todo mal; tenemos nuestra póliza de seguro sellada por el Espíritu Santo (Efesios 1:13).

Nos dice Jack Fleming:

Este sello divino nadie puede borrar, ni nosotros mismos podríamos alterar el sello que Dios ha colocado en cada uno de los salvados, por lo tanto nos acompañará siempre para garantizar nuestra redención. Ef. 4:30 "con el cual fuisteis sellados para el día de la redención". El Espíritu Santo es el garante de nuestra salvación eterna y como tal, permanece con nosotros invariablemente, nadie puede separarse del Espíritu que ha venido a morar y ha transformado nuestro cuerpo en Su templo aquí en la tierra.”

 

Cada hijo de Dios tiene su póliza de seguro que le permite vivir en esta vida terrenal sin temor alguno ante su perspectiva eterna. Pero, miremos a nuestro alrededor, ¿son todos salvos nuestros compañeros, amigos, padres, hijos, hermanos etc.? ¿tienen todos ellos las pólizas de seguro selladas por el E. Santo?.

Podríamos llamar egoísmo o inconsciencia  el dejar pasar por alto la seguridad eterna de nuestros seres más queridos. ¿De qué nos sirve gozar de sus presencias durante los cortos años de nuestras vidas terrenales si la inevitable ocurrencia de la muerte implica una separación irreversible y eterna? ¿Qué esperanza, que consuelo vendrá a aliviar el profundo dolor  de nuestra alma desgarrada por la separación de aquéllos que formaron parte de nuestras vidas. Si lo quisiéramos comparar con la intensidad de un dolor físico lo asimilaríamos al sufrimiento de alguien a quien se le arranca un miembro: una mano, un brazo, una pierna etc. Aún sobreviviendo al dolor de tal mutilación, la persona ya no vuelve a ser la misma; ha perdido algo que era parte de él, algo que ya no podrá recuperar ni podrá disfrutar. Ni siquiera podemos recurrir al bálsamo de la esperanza.

Le ruego al lector que me disculpe por haber empleado una metáfora tan cruel y dolorosa, pero he visto y escuchado, en estos últimos tiempos, en  mi país el llanto y el dolor de personas que han perdido amigos,  padres, madres, hermanos, hijos, en accidentes, hechos de violencia y otras circunstancias desafortunadas; es el dolor de lo irreparable, de lo perpetuo.

Entre nosotros, los creyentes, no hay pérdidas irreparables y perpetuas. Cuando un creyente deja este mundo, de inmediato va a la presencia del Señor:

 

2Corintios 5:8  pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

 

Con referencia a este pasaje, W. Barclay comenta: 

Ese era el sentir de Pablo. Veía la eternidad, no como una jubilación para estar permanentemente inactivo, sino como la entrada en un cuerpo en el que se pudiera realizar un servicio completo.  Con todo su anhelo de la vida por venir, Pablo no despreciaba la presente. Está, nos dice, entusiasmado. La razón es que, aun aquí y ahora, poseemos el Espíritu Santo de Dios, Que es el arras, la fianza que nos asegura la vida venidera. Pablo está convencido de que el cristiano ya puede disfrutar un adelanto de la vida eterna. Al cristiano se le ha concedido la ciudadanía de dos mundos; y en consecuencia, no desprecia este mundo, sino lo ve cubierto con el lustre de gloria que es un reflejo de la mayor gloria por venir.

 

Pero el conflicto sobreviene cuando la muerte produce la separación entre la gente del mundo, los no creyentes, ellos sufren por la pérdida irreparable y, en muchos casos, el dolor los acompaña hasta el fin de sus días. ¡Pero más dolor y más espanto sufrirán al tomar conciencia del lugar dónde han ido a parar!

El otro conflicto que produce una enorme tribulación en el corazón de un creyente ocurre cuando la muerte lo separa de un ser amado no creyente. Ante esta circunstancia, la tribulación, la congoja, el dolor es comparable al de la cruel metáfora citada más arriba.

 

Pero esto lo podemos evitar: debemos asegurar a todas las personas que forman nuestro entorno afectivo, comenzando por los más cercanos a nuestro corazón.

Dios espera de nosotros que nos asumamos como los más eficientes promotores del “seguro de la Gracia” porque

Efesios 2:8  Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  Efe 2:9  no por obras, para que nadie se gloríe.

Romanos 10:8  Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:

Rom 10:9  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Rom 10:10  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Rom 10:11  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

 

Ésta es la póliza de seguro con la que debemos cubrir a los nuestros, a todos aquellos que no queremos perder para siempre, aquellos para quienes queremos tener la firme esperanza de que, aunque seamos separados en esta existencia terrenal, volveremos a reencontrarnos cuando estemos presentes al Señor.

Además, si nosotros y nuestros seres amados estamos asegurados en Cristo, el Espíritu Santo:  Juan 14:17-17 ;  14:26 que mora en nosotros nos consuela y nos resarce de la pérdida con la esperanza de la vida eterna:  Juan 3:16;  4:14;  5:24;  6:40;  6:47;  Romanos 6:22-23

Cuando todos estemos asegurados en Cristo, la paz del Señor viene a nosotros; ya a nada debemos temer, ni a la misma muerte, pues tenemos en la Biblia  nuestra más garantizada póliza de seguro; allí leemos :

 

1Corintios 15:53  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

1Co 15:54  Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

1Co 15:55  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

1Co 15:56  ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.
1Co 15:57  Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo

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