EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



martes, 14 de octubre de 2014

SI OYEREIS HOY SU VOZ, NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN.


Por El Contendor
 
En el Antiguo Testamento encontramos, muchas veces, ciertas actitudes del pueblo Judío que han provocado la ira de Dios. 

No es novedad que el pueblo elegido por Dios para que de él viniese la salvación para todos  los hombres mediante Jesucristo, haya sido un pueblo rebelde y desobediente a la voluntad de Dios.

Abraham salió de la ciudad caldea de Ur en cumplimiento del mandato de Dios para fundar una gran nación  (Gé­nesis 12:1-2), él escuchó la voz de Dios y no dudó en cumplir lo que Dios le había ordenado.

Abraham tomó a su esposa, su sobrino Lot y un grupo de siervos y emprendió la marcha por fe

Abraham en todo momento demostró su Fe en Dios obedeciendo en todo, sin dudar, lo que Él le ordenara hacer. El capítulo 22 de Génesis se inicia con una dura prueba para Abraham Dios le volvió a hablar:

(Gén 22:2)  Y dijo: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.”

 

Cumplió Abraham paso a paso lo que Dios le había indicado pero cuando se disponía a llevar a cabo el sacrificio:

Gén 22:10  Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.

Gén 22:11  Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.

Gén 22:12  Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.

Esta actitud de Abraham redundó en bendiciones de Dios para él y el pueblo.

 

En cambio, vemos más adelante, que a Moisés no le fue del todo bien. Leemos en el libro de Éxodo que Dios le habló desde la zarza que ardía sin consumirse, al acercarse para inspeccionar aquel extraño fenómeno, el ángel de Jehová le habló desde las llamas y le reveló que había llegado el momento para que Dios liberara a Israel de la esclavitud, por lo que le comisionó para que fuera en su nombre. (Éxodo 3:1-15.). Recordemos el diálogo entre Jehová y Moisés:

Éxodo 3:11  Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?

Éxodo 3:12  Y Él respondió: Vé, porque yo estaré contigo;…….

En el capítulo 4 de Éxodo, Moisés persiste en su resistencia en aceptar sin reparos la voluntad de Dios:

Moisés titubeó poniendo excusas: “ Éxodo 4:10  Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.”

Pero siguió Moisés porfiando con Jehová y esta actitud desagradó a Dios: “Éxodo 4:13  Y él [Moisés] dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.

Éxodo 4:14  Entonces Jehová se enojó contra Moisés,………..”

Ciertamente, la actitud de Moisés es la de alguien que desconfía, que duda, que no cree con certeza en la palabra que se le ha dado: “Vé, porque yo estaré contigo”. La palabra de Dios ha sido categórica, no dio lugar a dudas.

Muchos fueron los milagros y portentos que Dios realizó en favor del pueblo de Israel pero, a pesar de esto, la incredulidad, la disconformidad y hasta la rebelión, se habían instalado en los corazones de aquella gente.

Esta raíz de incredulidad se vuelve a manifestar en Horeb (Tema tratado en El Contendor el 13-01-14):

Números 20:2  Y porque no había agua para la congregación, se juntaron contra Moisés y Aarón.

Núm 20:3  Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová!

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Núm 20:7  Y habló Jehová a Moisés, diciendo:

Núm 20:8  Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y HABLAD A LA PEÑA A VISTA DE ELLOS; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias.

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Núm 20:11  Entonces alzó Moisés su mano y GOLPEÓ LA PEÑA con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias.

Núm 20:12  Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.

 

En Éxodo 17:6  Dios manda a Moisés que golpee la peña, y no se menciona nada de ningún pecado de parte de Moisés. En contraste, en Numeros_20:8, Dios instruye a Moisés y Aarón que hablen a la roca.

 

Al golpear Moisés la roca, Dios provee el agua, pero Moisés y Aarón son culpables de un pecado tan grave que quedan descalificados de entrar en la tierra prometida.

 
Sal 95:7  Porque él es nuestro Dios;

 Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.

 Si oyereis hoy su voz,

Sal 95:8  No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,

 Como en el día de Masah en el desierto,

 

Meriba significa "disputas" y Masah significa "prueba". Esto se refiere al incidente de Refidim (Exo_17:1-7) cuando los israelitas se quejaron a Moisés porque no tenían agua (véase también Num_20:1-13)

 

Sal 95:9  Donde me tentaron vuestros padres,

 Me probaron y vieron mis obras.

Sal 95:10  Cuarenta años estuve disgustado con la nación,

Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,

 Y no han conocido mis caminos.

Sal 95:11  Por tanto, juré en mi furor

 Que no entrarían en mi reposo

 

Comentario Biblia del Diario Vivir:

Un corazón endurecido es tan inútil como un terrón de lodo endurecido o una rebanada de pan duro. Nada puede restaurarlo ni hacerlo útil. El salmista nos advierte que no endurezcamos nuestro corazón como lo hizo Israel en el desierto al continuar resistiéndose a la voluntad de Dios (Exo_17:7). Estaban tan convencidos de que Dios no podría liberarlos, que simplemente perdieron su fe en El. Cuando el corazón de alguien se endurece, esa persona está tan aferrada en sus caminos que no puede volver a Dios. Esto no sucede todo de una vez. Es el resultado de decidir pasar por alto la voluntad de Dios una y otra vez. Si usted resiste a Dios el tiempo suficiente, quizás Él lo deseche como si fuera pan duro, inútil y sin valor.

¿Qué nos impide obtener la bendición principal de Dios (entrar en su "reposo")?

1) Corazones mal agradecidos,  2) no adorar ni someterse a Él,  3) endurecer los corazones, 4) probar a Dios debido a dudas obstinadas.

En Heb_4:5-11, se nos alienta a que no endurezcamos nuestro corazón, sino que rechacemos el hechizo del pecado y de cualquier cosa que nos aparte de Dios.

En Hebreos 3:12-13 se reitera el consejo:

 

Heb 3:12  Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;

Heb 3:13  antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

 

El autor quiere que sus hermanos creyentes tengan cuidado unos de otros como para que ninguno se pierda. La dedicación a entender y ayudar a otros en la iglesia local es algo necesario. El mayor peligro es que alguno de la congregación pueda tener un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo.

Como los israelitas mencionados en el Sal. 95:7-11, a veces cristianos practicantes se alejan de Dios en apostasía (gr. apostenai) o sea en una deliberada y abierta rebelión. Esto puede ser provocado por el sufrimiento o la persecución o por la presión de la tentación, pero la causa raíz siempre es la incredulidad. Dicho de otra manera, puede ser que alguno de nosotros se endurezca por el engaño del pecado. El pecado es un poder activo y agresivo que debe ser resistido. Si endurecemos nuestros corazones contra la palabra de Dios (v. 8), el pecado tendrá riendas sueltas y puede ser que alguno de vosotros se endurezca

 

Heb 3:14  Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,

Heb 3:15  entre tanto que se dice:

 Si oyereis hoy su voz,

 No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación

 

Cuando abrimos las Escrituras y leemos las palabras que Dios nos dejó allí escritas, estamos oyendo Su voz. No necesitamos escuchar a ningún predicador mentiroso que nos diga que Dios le confió tal o cual secreto o le reveló, le anunció,  o le ordenó que dijera estas u otras palabras.

No está de más que reiteremos lo que ya hemos dicho en este blog, decenas de veces: luego que se cerró, con el libro de Apocalipsis, el canon de las Sagradas Escrituras, cualquier “portavoz” que pretenda declararnos  nuevos mensajes de parte de Dios, no debe ser escuchado.

Si queremos escuchar la voz de Dios, guiados por Su Espíritu, abramos la Biblia y leámosla en voz alta; allí encontraremos “anunciado todo el consejo de Dios” del que nos habla el Apóstol Pablo en Hechos 20:27

Ya sea a solas, en nuestro aposento o reunidos en el nombre del Señor con otros hermanos, leer la Palabra de Dios en voz alta acrecentará nuestra fe: Romanos 10:17  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

En los tiempos del A.T era habitual leer en voz alta la Palabra de Dios (leyes y mandamientos). Por ejemplo, leemos sobre el Rey Josías:

2Reyes 23:2  "Entonces el rey fue al templo* del Señor con toda la gente de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más importante. Allí el rey les leyó en voz alta el libro del pacto que había sido encontrado en el templo del Señor."

También en el N.T. Jesús leyó en voz alta (Lucas 4:16-20)   "Entonces Jesús regresó a Nazaret, el pueblo donde había crecido. Como de costumbre, fue a la sinagoga en el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras.”

Aunque no está dicho expresamente, está implícito que para leer en la sinagoga delante de la gente reunida, se requiere hablar en voz alta para que todos escuchen.

Volviendo al tema central, Dios nos hace escuchar su voz cuando leemos o se nos leen las Escrituras. Esta es la voz que debemos escuchar, atrapar y retener en nuestro corazón.

Pero si la escuchamos una y otra vez y transgredimos las leyes que debemos cumplir estamos en la misma rebelión en que incurrió el pueblo judío en la época de Moisés o la rebelión de Faraón castigado con las 10 plagas de Egipto.

Tanto el pueblo judío, como Faraón, hicieron que sus corazones fueran endurecidos por negarse obstinadamente a someterse a la voluntad de Dios.

Notemos la premura que expresa el salmo:….”si oyeres HOY su voz”….

Es Dios quien elige cuando hablarnos, y no es el hombre quien elige cuando escucharlo, por tal motivo la palabra HOY  implica que debemos estar preparados y receptivos para escuchar Su voz y dejar que La Palabra deje su impronta en nuestro corazón.

 Dejar pasar la oportunidad de escuchar es endurecer el corazón, y puede llegar a ocurrirnos lo que se relata en esta anécdota por el gran evangelista Dwight Lyman Moody:

 

<”Yo estaba terminando una reunión en nuestra iglesia de Chicago, cuando un joven soldado se puso de pie y rogó a los presentes que aceptaran a Cristo.  Nos contó que acababa de llegar de una escena muy triste.   Un compañero de regimiento, hijo de cristianos, frente a los ruegos de su buen padre, siempre decía que aceptaría a Cristo cuando terminara la guerra.  Por fin fue herido y llevado al hospital, en donde se vio que no había esperanzas de mejoría. Unas cuantas horas antes de su muerte, le llegó una carta de su hermanita, pero ya no tenía fuerzas para leerla. ¡Era una carta tan solemne! Un compañero se la leyó, pero no parecía entender, hasta que llegó a las últimas palabras que decían: "Oh mi querido hermano, te ruego que cuando recibas la presente, aceptes al Salvador de tu hermanita. "El moribundo se sentó en la cama, y gritó "¿QUÉ DICE?"  Luego, cayendo pesadamente sobre la almohada exclamó: "Es demasiado tarde.  Es demasiado tarde. "Mis queridos amigos:  Gracias a Dios que no es demasiado tarde para ustedes hoy.  El Maestro todavía les está llamando.   Que todos nosotros, jóvenes y viejos, ricos y pobres, vengamos a Cristo ahora mismo, y quitará todos nuestros pecados.”> 

 
 D. L. Moody

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