LA GRACIA DE DIOS (parte II)
En la iglesia de Antioquía hubo algunos judíos que
obligaban a los gentiles a judaizar, circuncidarse y guardar la ley, y se
apartaban de estos para comer. De tal modo fue este hecho que aun Pedro y Bernabé
fueron arrastrados a actuar de igual modo por miedo de ellos.
Se estaba sembrando entre los creyentes en Cristo,
salvados por la gracia de Dios, un germen de religión. Un sistema de obras y
rudimentos para alcanzar la salvación que hacia foco sobre sí mismo y sobre el
esfuerzo humano y no sobre el sacrificio de Cristo y la gracia de Dios.
El problema con el que el apóstol Pablo se encuentra
cuando llega a Antioquía y ve semejante cosa fue, en simples palabras, que
algunos judíos aún no habían entendido el propósito del advenimiento del Señor
Jesucristo al mundo, ni mucho menos habían entendido el fin con el que él,
siendo Dios se hizo hombre para ser condenado a muerte en la cruz y resucitar
triunfal sobre la muerte y el pecado. (Filipenses 2:6-11). Estas personas aún seguían
pensando erróneamente que aquella ley que desde la niñez habían aprendido a
guardar celosamente, era el fin y la causa absoluta mediante la cual venia la salvación.
Ellos aun creían que guardaban lo suficientemente bien los estatutos de Dios
como para merecer ser salvos algún día.
En este contexto llega el apóstol Pablo a Antioquía y ve
a Pedro y Bernabé en una actitud totalmente cómplice de la situación atemorizados
por aquellos que eran de la circuncisión. La reacción del apóstol no se hizo
esperar y en ella tenemos el texto que se halla en Gálatas 2:11-21, que he
seleccionado en esta sexta entrega de este estudio. El mismo es una explicación
muy clara de aquella contraposición que se da entre un sistema religioso
instituido con el fin de alcanzar por las obras la salvación, y la gracia de
Dios, mediante la cual la salvación es ofrecida gratuitamente por no poder ser
alcanzada de ninguna otra manera:
“11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le
resistí cara a cara, porque era de condenar.
12 Pues antes
que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después
que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la
circuncisión.
13 Y en su
simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé
fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando
vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro
delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío,
¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
15 Nosotros,
judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
16 sabiendo que
el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados
por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de
la ley nadie será justificado.
17 Y si
buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores,
¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
18 Porque si
las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
19 Porque yo
por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No desecho
la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás
murió Cristo.”
El versículo 16 es la clave para entender la contraposición
de la que estamos hablando, y en el versículo 19 el apóstol da la primera explicación
(la cual luego ampliara y explicara al detalle en el capítulo 3) del verdadero propósito
por el cual fue dada la ley: “porque yo por la ley soy muerto para la ley, a
fin de vivir para Dios” Esto es lo que habíamos venido tratando en los capítulos
anteriores de este estudio: aquella ley establecida por Dios donde se dictaba
sentencia de muerte al hombre pecador (Romanos 6:23); aquella denuncia
irrefutable de parte de Dios por la cual se demostraba el pecado del hombre (Gálatas
3:22). Por eso el apóstol dice que por la ley es muerto para la ley, siendo ese
el propósito de la ley, establecer la condena y la imposibilidad del hombre
para salvarse con su esfuerzo doblegando su orgullo. Este era el hecho que
aquellos judaizantes no habían entendido respecto del propósito de la ley, y
por ese mismo motivo tampoco habían entendido que era necesario que un
sustituto aprobado por Dios, cumpliera y ejecutara sobre sí mismo la ley y la
condena que de otro modo habría recaído sobre todos los hombres. Y ese
sustituto era Cristo, el cual sin ser pecador, pago sobre sí mismo con la
muerte la pena en lugar de todos los pecadores (1Pedro 3:18).
Aquellos judaizantes obligaban a judaizar y vivían como
si Cristo no hubiese venido nunca porque ni siquiera habían entendido el
verdadero propósito de la ley. Mientras la salvación había venido al mundo y se
había derramado en la sangre inocente del cordero de Dios como el sacrificio
perfecto y final que la justicia de Dios demandaba para poder dejar exento de
condena al hombre pecador siendo esta ya cumplida sobre el mesías, ellos seguían
practicando la ley como si la ley y los sacrificios que se ofrecen por la ley
fuesen a salvarlos. Distorsionaron el propósito con el que Dios estableció la
ley, aunque la propia ley traía en si misma explicitado su propósito, y también
el propósito con el que Cristo vino al mundo. Esto mismo es explicado en
Hebreos 10: 1-17
10 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes
venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos
sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se
acercan.
2 De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez,
no tendrían ya más conciencia de pecado.
3 Pero en estos
sacrificios cada año se hace memoria de los pecados;
4 porque la
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
5 Por lo cual,
entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
6 Holocaustos y
expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces
dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.
8 Diciendo primero:
Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni
te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
9 y diciendo
luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero,
para establecer esto último.
10 En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre.
11 Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
12 pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se
ha sentado a la diestra de Dios,
13 de ahí en
adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
14 porque con
una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 Y nos
atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
16 Este es el
pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré, m
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré, m
17 añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.
18 Pues donde
hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
El versículo final con el que cerraremos esta sexta
entrega del estudio es Gálatas 2:21 donde Pablo termina su explicación mostrando
que si la justicia (la limpieza y purificación por la cual el hombre queda sin
mancha y sin pecado limpio delante de Dios) fuese por cumplir la ley entonces
no sería necesario el sacrificio de Cristo:
“21 No
desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por
demás murió Cristo.”