EL NACIMIENTO DEL SEÑOR
8 Había pastores en la misma región,
que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel
del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran
temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis;
porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad
de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis
al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el
ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 !!Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los ángeles se
fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues,
hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y
hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que
se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron, se
maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los pastores
glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto,
como se les había dicho. (Lucas 2:8-20)
El profeta Isaías declaro: “14 Por
tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a
luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14)
750 Años después esta profecía tiene su cumplimiento:
18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
23 He aquí, una virgen concebirá
y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
24 Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.
25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su
hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS. (Mateo 1:18-25)
Más allá de la impactante precisión
histórica con la que son anticipados por el profeta Isaías los hechos que
quedan registrados más de medio milenio más tarde en los evangelios, cabe
destacar un detalle que nos arroja dos grandes verdades sobre este
acontecimiento. El profeta Isaías había declarado que el nombre de aquel niño
nacido milagrosamente de una mujer virgen, tendría por nombre Emanuel, que
significa “Dios con nosotros”
El evangelista Mateo se retrotrae a
aquella profecía de Isaías y vuelve a citarla textualmente y aclara que todo
aquello había sucedido en cumplimiento de dicha profecía. El detalle es que en
el v. 25 da a conocer el nombre de aquel niño: Jesús (que significa Salvador)
Sin lugar a dudas aquí no estamos en
presencia de una contradicción o falta de acuerdo entre los textos, escritos
con 750 años de diferencia, sino más bien una definición de la misión, carácter
y naturaleza de aquel niño que acababa de nacer en Belén.
La mayoría de los judíos hoy en día no
niegan la existencia de Jesús como una persona históricamente real. Sin embargo
ellos, como muchas religiones y denominaciones, tienen una interpretación
presente de Jesús como un “enviado” o un “profeta” similar a los del antiguo
testamento. Es el punto de vista compartido de muchas religiones en la
actualidad desposeer a Jesús de una investidura superior a la de un profeta, o
en el mejor de los casos, un ángel.
Nada más lejos de la realidad que el
propio Isaías reveló: él no era un profeta, no era un maestro, ni mucho menos
un ángel. Él era “Dios con nosotros”
Esto destroza la cosmovisión de muchas
creencias a lo largo del tiempo en torno a Jesús sobre su naturaleza y su persona.
Uno de los pasajes más poderosamente explícitos
acerca de la naturaleza divina de Jesucristo es 1 Timoteo 3:16 “16 E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios
fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en
gloria.”
“Dios fue manifestado en carne” Dios,
entre nosotros. O como lo define Juan: “Y aquel Verbo
fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14) Aquel
verbo, que era Dios, (Juan 1:1) habito entre nosotros.
El apóstol Pablo también enseña acerca de la encarnación de Dios mismo, para habitar entre los hombres, hecho como uno de nosotros. En su epístola a los Filipenses dice:
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló
a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses
2:6-8)
Así pues, este era Emanuel, el
Todopoderoso Dios, el que creo los cielos y la tierra y todas las cosas que
existen (Juan 1:3) tomando la forma de un pequeño y frágil niño, envuelto en
pañales, nacido de manera milagrosa de una mujer virgen. Allí esta, en un
pesebre, expuesto a nuestra miserable condición, vulnerable a las mismas
enfermedades de cualquier mortal. Allí se hallaba, el pequeño Emanuel, Dios con
nosotros, Dios entre nosotros, el Altísimo Señor que en el cielo se sienta en
su trono de gloria y ante él se dobla toda rodilla (Filipenses 2:10-11),
padeciendo la misma condición que nosotros, llevando nuestros dolores (Isaías
53:4).
La pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué el
Dios de gloria, creador del cielo y de la tierra, venía a este mundo,
despojándose y humillándose a sí mismo, tomando la condición de hombre? ¿Qué
era tan importante para Dios, que le llevara a tomar esta decisión?
La respuesta está encerrada en las
palabras que el ángel revela a José en Mateo 1:21. La respuesta es su nombre
bendito: “21 … y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados…”
Jesús significa “Salvador” Por eso el Ángel
le aclara: “porque el salvara a su pueblo de sus pecados”
Los ángeles también dan testimonio de la
misión que aquel bendito Dios con nosotros tenía al momento de venir a este
mundo en condición de hombre:
13 Y repentinamente apareció con el
ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 !!Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Lucas 2:13-14)
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Lucas 2:13-14)
“En la tierra Paz, buena voluntad para
con los hombres” Al momento en que el Señor acababa de nacer, las huestes
celestiales alababan a Dios anunciando
paz en la tierra. El mesías venia hacer la paz entre Dios y los hombres, así lo
explica Pablo en Colosenses 1:20 “20 y por medio de él
reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las
que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”
El profeta Isaías también lo declara:
“Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue
sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Jesucristo venia al mundo hacer la paz con el hombre
pecador. El mesías prometido por los profetas venia al mundo, en él estaba puesta
la antigua esperanza de que un día un salvador salvaría al hombre del castigo
que merecían sus pecados y nos reconciliaría para siempre con Dios. Por eso los
ángeles en su alabanza anuncian buena voluntad para con los hombres.
En estas fechas, se celebra en todo el mundo la Navidad. Ateos,
agnósticos, católicos, ortodoxos, protestantes, incluso judíos, todos celebran.
Pero ¿saben lo que celebran? Sabe el mundo que hace dos mil años en la pequeña
ciudad de Belén nacía el mesías, que era Emanuel, Dios mismo con nosotros,
hecho hombre, y que era Jesús, el salvador, que venía a traernos paz (Juan
14:27) a todos nosotros. ¿Sabe el mundo que no tiene paz con Dios a causa de
sus pecados, y que ese mesías vino a salvarnos, y que ese hecho, insignificante,
olvidable, discutible, dudoso a los ojos de la mayoría de las personas, pero
sin importar como miren, absolutamente real, es el que define el destino eterno
para salvación o para castigo de cada persona que cierra los ojos en este mundo
al momento de morir? ¿Sabe el mundo lo que celebra cuando celebra la navidad?
Es mi deseo, que en esta navidad el lector pueda gozarse
y alegrarse por la Salvación que Dios nos ofreció, por su bendita venida a este
mundo hace dos mil años, y pueda decir como aquellos magos de oriente que tras
enterarse de su nacimiento se llegaron desde muy lejos hasta Belén: “venimos a
adorarle”
“Cuando Jesús nació
en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén
unos magos,
2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha
nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.”
(Mateo 2:1-2)
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