EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



lunes, 25 de enero de 2016

EL MESÍAS (Parte III)


JESUCRISTO HOMBRE

“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mateo 18:11)

“Hijo del hombre” era el termino favorito de Jesús para describir su propia naturaleza humana e identificarse con nosotros, aquellos a quienes el venía a salvar.

En el último post de este blog uno de los temas sobre el que hicimos principal hincapié fue la deidad del Mesías. Aquel Dios todopoderoso que no estimando ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Filipenses 2:6-8) despojándose a sí mismo viene al mundo en condición de hombre, sufriendo nuestros dolores y padeciendo nuestras enfermedades para llegar en última instancia a la cruz, aquel momento crucial en la historia de la humanidad en la que Dios mismo carga con el castigo que su propia ley sentenciaba sobre todos los hombres pecadores, para eximir por gracia a todos los pecadores de aquella deuda y de aquella sentencia.

Durante siglos, y hasta la actualidad, se ha entrado en una inagotable controversia a propósito de la naturaleza de Jesucristo. Religiones y denominaciones a lo largo y ancho del mundo han pujado en favor de dos ideas que siempre postuladas desde sus puntos de vista han quedado contrapuestas: algunos estiman que Jesucristo es 100% hombre; Otros 100% Dios. Los partidarios de la sola humanidad de Jesucristo en dicha pugna doctrinal han convertido los dos conceptos en mutuamente excluyentes. Muchos judíos, todo el mundo musulmán, gran parte de las religiones del lejano oriente, que reconocen la existencia de Jesucristo como figura histórica, y algunas denominaciones dentro del mundo occidental cristiano, admiten la completa humanidad de Jesucristo. Algunos como profeta, otros como mensajero, iluminado, maestro e inclusive como “líder y/o fundador religioso, pero niegan acérrimamente la legitimidad del hecho de que en Jesucristo conviva con esa naturaleza humana, una naturaleza divina. Otras versiones menos populares, y menos extendidas le asignan a Jesucristo una jerarquía espiritual semejante a la de un ángel, pero continuando en negación directa con la idea ultima en la cual Jesucristo fuese Dios mismo encarnado como figura en Juan 1.

Durante este, y el próximo capítulo de esta serie de post vamos a estar tratando los aspectos y fundamentos más sólidos que podemos encontrar en la biblia que nos enseñan la naturaleza del Mesías. ¿Quién es él? ¿Es solo Dios? ¿Es solo hombre?

Si el lector ha comenzado estos post y viene siguiéndonos, al menos desde el anterior, (caso contrario le recomiendo que lea el post del pasado 25 de diciembre) ya sabe que hicimos aquí una primera aproximación al tema hablando de la “encarnación del verbo” y muchos pasajes más donde se hace clara referencia a la necesidad de que fuese Dios mismo el que tuviera que bajar al mundo para poder ejecutar su propio plan de salvación para el hombre pecador.

Sin embargo trataremos nuevamente este aspecto más en profundidad en el próximo post.

Por hoy, abarcaremos la humanidad de Jesucristo.

El Mesías es humano, es hombre, de carne y hueso. No lo afirmamos en El Contendor, ésta no es ninguna apreciación subjetiva y personal, pero si nos hacemos eco de lo que de manera explícita revela y afirma la biblia, y la evidencia histórica con la que prácticamente ningún ser humano en el mundo tiene problemas en admitir. Y es que está tan históricamente documentado el hecho de la existencia de Jesucristo que es demasiado ingenuo negarlo como realidad histórica, tanto así que gran parte del mundo ateo tampoco tiene problemas en admitirlo. Por supuesto, ellos no lo tienen porque no les significa ningún problema ni prejuicio ético o moral el creer que hace dos mil años alguien llamado Jesús de Nazaret “haya fundado” uno de los dos credos religiosos más grandes del mundo. Para ellos es solo cuestión histórica pues todo lo demás, es solo religión. Y por supuesto, esta forma de abordar el hecho también les exime (impide) la comprensión de la necesidad lógica y legal de la completa humanidad del Salvador en el plan de Dios para salvar al hombre. Y es justamente este el punto que trataremos aquí.

La Biblia no nos revela que el Mesías era un hombre de carne y hueso y punto. Abordarlo entendiéndolo en los términos de que “es así, porque la biblia lo dice” ya es apartarse de lo que en realidad la biblia dice. La biblia no parte de un dogma de fe, aunque la humanidad de Jesucristo también es un dogma de fe (según la comprensión doctrinal de muchos credos religiosos), sino de una realidad completamente lógica y comprensible a la mente de cualquier mortal. ¿Cuál es el mecanismo lógico y legal por el cual el plan de Dios requería que el Mesías fuese completamente humano? Lo explica el apóstol Pablo en su epístola a los romanos:

12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.

14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.

16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.

17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.

19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (Romanos 5:12-21)



La evidencia y la explicación más explícita de por qué era necesario que el Salvador del hombre fuese un hombre están en el V. 19. También el V. 14 arroja mucha luz al asunto diciendo que: Adán era “figura” del que había de venir.

Adán fue el primer hombre, creado por Dios, fue el primogénito, de todo el inmenso género humano. Pero Adán desobedeció a Dios, ese fue su pecado. Le problema con ello es que Adán fue la puerta de entrada del pecado a todos los hombres, pues la naturaleza del pecado es tal como la de un virus que una vez infectada una víctima, se disemina por toda una raza, naturaleza bien descripta en el V 12, y comprobada en la realidad diaria: el pecado domina al mundo, y ninguno puede decir que no ha pecado jamás (Romanos 3:9-20)

¿Por qué se diseminó el pecado? El V. 19 de este capítulo 5 de Romanos nos muestra la realidad de que Adán obraba, como padre humano de todos los hombres, en representación de ellos cuando dice: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores…”

Desde luego esto no exime de responsabilidad propia a cada hombre por sus propios pecados, ya que cada uno es condenado por sus propios pecados y no por el pecado de Adán (Deuteronomio 24:16; 2Reyes 14:6; 2Cronicas 25:4) Y esto es así porque justamente la transgresión de Adán cuya culpa es única e intransferible según la justicia de Dios, fue la de desobedecer siendo el representante y padre humano de todos los hombres, y solo él es culpable y digno de condena por ese pecado, pero a la vez ese pecado repercutió en todos y cada uno de los descendientes de Adán hasta llegar a nosotros mismos, de modo que todos nosotros pecamos contra Dios y somos únicos culpables de esos pecados. De este modo nadie puede culpar a Adán por lo que uno mismo ha hecho, pero, era necesario según esta misma lógica que quien Dios enviara a salvar al hombre fuese legitimo representante de todos los hombres, de la misma manera que lo era Adán para que por esta misma lógica la salvación abarcara a todos los hombres. Sin esa posición, habría sido legalmente imposible que un Mesías no humano pueda actuar en representación de los humanos. El Mesías debía ser un hombre sujeto a las mismas tentaciones enfermedades y condiciones que enfrentaba el hombre, pero que fuera capaz de salir victorioso, intachable, perfecto en santidad (o sea: justo) aspecto en el cual el representante inicial de todos los hombres falló. Por eso el V. 18 dice: “por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.”

Y por eso también dice 1Pedro 2:22 “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”

El carácter del Mesías como sustituto del hombre no solo se limita entonces a ser los hombros de aquel sobre el que recae la condena que debía recaer sobre los que la merecían, sino también a ser aquel hombre que vivió en perfección y cumplió la ley que cada hombre desde Adán hasta nosotros mismos, ha fallado en cumplir, para que en términos legales nos fuera imputada su propia justicia.

Y en este mismo sentido 1Corintios 15:45 nos muestra de modo explícito el carácter sustituto de Cristo como representante de todos los hombres, llamándolo: “postrer” (o segundo) Adán”: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.”

Adán es alma viviente, aquel que tiene vida, hasta que peca y pesa sobre él y su descendencia la muerte, y entonces el Segundo Adán, Cristo,  es espíritu vivificante, esto es, espíritu que otorga vida a aquellos que no la tienen, que es el sentido de la diferenciación que hace el texto entre las palabras viviente y vivificante.

Cerramos con un último pasaje que reafirma de manera directa esta bendita verdad acerca de la gracia de Dios, que nos ha dado un salvador que puede mediar entre nosotros y Dios Padre, porque él es carne como nosotros, pero sin pecado, sin mancha ni contaminación.

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1Timoteo 2:3-6)

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